Luz en el Sendero es un gigante de la literatura esotérica. Un libro capital que influyó de
modo radical en la forma de percibir la espiritualidad por millones de personas
a lo largo del último siglo. Escrito por Mabel Collins en 1885, mantiene su
vigencia tal como el día en que fue publicado por primera vez, porque en sus
páginas el lector encuentra lo que promete su título: La Luz que le permite
continuar la marcha.
Publicado por Editorial Kier forma parte de un selecto grupo de
obras que contribuyeron a redefinir el sentido de la búsqueda interior sobre la
base de preceptos que, hasta ese momento, eran sólo conocidos por una selecta
minoría de adeptos en los países occidentales. Sus dos conjuntos de 21 Reglas, junto
con los Comentarios y las Cartas a los Estudiantes, conforman un
cuerpo de doctrina espiritual incomparable que hace de este libro un verdadero
catecismo de la filosofía oculta, sólo comparable a otro clásico que lo
completa y lo explica, nos referimos a “La Voz del Silencio”, también publicado por Kier y que comentaremos en breve.
“Luz en el Sendero” se
nos presenta con un enunciado, aparentemente simple, de las Reglas
fundamentales para la búsqueda de la sabiduría:
“Estas
reglas han sido escritas para todos los discípulos: Síguelas. Antes que los
ojos puedan ver, deben ser incapaces de llorar. Antes que el oído pueda oír,
tiene que haber perdido la sensibilidad.
Antes de que la voz pueda hablar en presencia de los Maestros, debe
haber perdido la posibilidad de herir. Antes de que el alma pueda erguirse en
presencia de los Maestros es necesario que los pies se hayan lavado en sangre
del corazón…”
Sin embargo, cada una
de ellas encierra una multiplicidad de enseñanzas e interpretaciones que son
inmediatamente abordadas en dos conjuntos de 21 preceptos que impactan por su
belleza espiritual y por el desafío que imponen al alma peregrina. No se trata
de una espiritualidad pasiva sino de una muy activa, en donde la voluntad del
discípulo y su disposición a seguirlas es el único camino capaz de llegar a la
realización.
“Luz en el Sendero” es
a la vez una brújula y un laberinto. Sus Reglas parecen seguir un ordenamiento
matemático, porque a aquello que debe matarse, a aquello que debe desearse y a
aquello que debe buscarse, se contrapone un propósito que da sentido a cada una
de ellas, en una lógica abrumadora que nos hace reflexionar una y otra vez
sobre el sentido de nuestra vida y de nuestra búsqueda. Como la antigua premisa
de las Escuelas de Misterios que decía en latín “Perit ut Vivat” (morir para
vivir), esta joya de la literatura esotérica habla de la muerte de lo profano
para obtener el nacimiento de lo sagrado.
No es un libro para
indecisos. “Busca en tu corazón la raíz
del mal y arráncala”, es su mandato claro y preciso. “Sólo el fuerte puede hacerlo” es su advertencia. Se trata de una
obra que nos acompaña a lo largo de la vida, porque el sendero del que habla es
la vida misma, y la Luz que nos propicia es la que alumbra cada uno de nuestros
pasos en la peligrosa senda que conduce al Templo de la Sabiduría.
Al igual que muchos
otros libros publicados por Kier, “Luz en el Sendero” ha sido el cimiento, la
base sólida sobre la que se edificaron centenares de otros posteriores en
donde el lector atento puede encontrar el “eco” de estas obras clásicas.
Difícil de clasificar, como ocurre generalmente con las obras excepcionales, no
pertenece ni a Oriente ni a Occidente. Su mensaje puede aplicarse a cualquier
escuela en cualquier geografía, porque aquél que se
aventura más allá del mundo material y pretende emprender la lucha consigo
mismo, participa de los mismos riesgos, los mismos obstáculos y los mismos
desafíos.
La vida de su autora es
tan esquiva como el origen de estas Reglas, seguramente antiguas y milenarias.
Reglas que nos otorgan un mapa de ruta, una descripción de aquel que ha visto
el camino y nos advierte de lo que nos espera, antes de emprender la marcha.
Como ya hemos dicho, un libro esencial, imprescindible, atemporal.
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